Raúl Antonio Capote
Una tarde de julio de 2004 [la diplomática norteamericana destacada en Cuba] Kelly Keiderling conversaba conmigo en el patio de su residencia en 7ma y 42 en Miramar,La Habana. La plática giraba en torno a la actitud de los artistas plásticos que visitaban su casa en ocasiones y a los que compraba obras de arte. Ella se quejaba de la inconsecuencia de esos creadores, que se tomaban su vino, comían y disfrutaban de buenas jornadas y luego nada. Gracias a la gestión, según ella, de funcionarios norteamericanos, exponían sus obras en el extranjero y las comercializaban sin problemas de ningún tipo en los Estados Unidos. Sin embargo un buen día se los encontraba participando en una Tribuna Antiimperialista, convocada por el “gobierno castrista”.