Víctor Casaus
Así, tomando como título el nombre de aquella canción memorable lanzada al aire desde el escenario del Festival de Varadero –que estremeció a muchos, disgustó a unos cuantos y reafirmó la ética de la nueva trova que nacía–, quiero repasar en esta crónica algunas de las acciones culturales visibles y activas en la labor actual de Silvio.
Voy a hacerlo, como es de suponer, desde la óptica del cómplice comprometido con los valores, los principios y los riesgos que hemos compartido durante décadas. Y lo haré tomando, muchas veces, las voces (sonoras o digitales) que han aparecido en estos diálogos, para difundir las propuestas que traen, las opiniones que encierran (o abren) y contribuir a ese acto de responsabilidad y de riesgo tan necesario entre nosotros: el debate.