José Manzaneda*
El pasado 26 de mayo, el diario de Miami “El Nuevo Herald” anunciaba a bombo y platillo que el Gobierno de Brasil había desistido de su idea de contratar médicos procedentes de Cuba (1). Y calificaba el hecho como “una de las derrotas más humillantes que ha sufrido el gobierno de los hermanos Castro, (…) que confirma (el) (…) deterioro del nivel de formación académica en la isla” (2).