Nunca pudo olvidar, el coronel Aureliano Buendía, aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Sin duda el cambio de estado del agua –de líquido a sólido– no podía ser sino cosa del diablo en aquella pequeña aldea que apenas contaba veinte casas de barro y cañabrava. La literatura, como el hielo, parece a veces poseer ese componente diabólico o mágico, capaz de mutar en estado sólido aquello que se desvanece en el aire. Pero además, la literatura, a diferencia del hielo, puede impedir que la palabra oral se derrita con el paso del tiempo, fijándola por medio de la escritura. La mayor virtud del libro Hugo Chávez. Mi primera vida (conversaciones con Ignacio Ramonet)(Debate, 2013) es que logra convertir el estado efímero de las palabras, Sigue leyendo →
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