El fundador de Wikileaks Julian Assange ha cumplido ya dos años como refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres (1). Los servicios secretos británicos vigilan día y noche la sede diplomática, para detenerlo y entregarlo a Suecia, país que a su vez lo extraditaría a EEUU. Su delito: informar al mundo de algunos de los crímenes del Ejército norteamericano. Para la prensa la situación de este disidente no es un escándalo. Pero ¿se imaginan que fuera el Gobierno de Cuba el que cercara una sede diplomática –con la ayuda de Venezuela o Bolivia, por ejemplo- para enjuiciar a alguno de los que la prensa internacional llama “disidentes” (2), por su probada colaboración con el bloqueo de EEUU (3)?
La pupila insomne 