Iroel Sánchez
Dolió, por unas largas horas dolió. Como una pena sorda que se lleva donde no se ve, anduve con la noticia pesada, incómoda… Tanto que no tenía ganas de entrar a Internet. Recordé a Cortázar -«No sé escribir cuando algo me duele tanto«- y sentí que matábamos un poco a Chávez y el Ché si aquello llegaba a concretarse: Hugo y Ernesto serían dos perfumes, dos frascos para el glamour siempre caro de las boutiques y las pasarelas.