Para mediados de 1962, el bloqueo económico, cultural y político contra Cuba se había incrementado a niveles insospechados. Después su expulsión de la OEA, Estados Unidos se apresuró a presionar, con todos los medios a su alcance, a los gobiernos latinoamericanos que, con la sola excepción de México, muy pronto romperían sus relaciones con el gobierno de la Isla. En tales circunstancias Fidel señaló:
“¿Qué han hecho entre la histeria y la vocinglería de las últimas semanas? Una serie de medidas descabelladas […] presiones sobre numerosos países del mundo para que sus barcos no transporten mercancías a Cuba […] que no hagan negocios, entorpeciendo un derecho […] Y así los representantes del gobierno yanqui trotan por el mundo presionando a las compañías para que no traigan alimentos a Cuba […] Además han convocado a los cancilleres de América Latina, a puertas cerradas, en el Departamento de Estado, en conciliábulo secreto para agredir a Cuba.»[1]
Una idea de las presiones políticas y diplomáticas contra Cuba la brinda la declaración del subsecretario de Estado norteamericano, Edwin Martín, el 31 de julio a la revista U.S. News & World Report: Sigue leyendo