El 30 de julio es duelo nacional en Cuba. En esa fecha, cada año, las calles de Santiago de Cuba se llenan en una peregrinación espontánea en la que caen desde los balcones pétalos de rosas y el público camina en silencio hacia el cementerio. Se recuerda así la reacción popular con que la ciudad, casi en pleno, respondió en 1957 al asesinato de los jóvenes Frank País y Raúl Pujol por la policía de Fulgencio Batista, pero también a los muchos que como ellos fueron víctimas de acciones similares.
Al hijo de uno de los asesinos de Frank y Josué escogió el Presidente estadounidense Donald Trump para el storytelling del dicurso que realizó en Miami este 16 de junio. Un violín desafinó en manos del vástago las notas del himno nacional estadounidense, y -en un teatro que lleva el nombre de uno de los invasores que a órdenes de la CIA sufrió la aun muy recordada derrota en Playa Girón- un político entre cuyos adjetivos más socorridos está la palabra «perdedores» prometió lo mismo que ya el mundo entero -y hasta su antecesor en el cargo- reconocen está condenado al fracaso.