Cada país tiene una balanza económica en la que (desde una visión simplificada) se resta el total de dinero gastado en importaciones del total de dinero ganado en exportaciones. El resultado debería ser siempre positivo, de lo contrario, el país estaría consumiendo más de lo debido. Ahora bien, en un planeta perfecto sin inflación, es imposible que todos los países se desarrollen, o al menos que todos mantengan sus balanzas positivas. Pensémoslo: no hay forma matemática en la que todos ganen sin que nadie pierda. Cada dólar o euro que sale en números verdes al final de la cuenta de un país es un dólar o un euro que sale en números rojos al final de la cuenta de otro. En realidad todo esto se hace más complejo cuando interviene la inflación. Las monedas se devalúan con el tiempo porque en un año siempre hay más dólares, rublos o pesos mexicanos de los que había el año anterior, por tanto las balanzas comerciales están deformadas y en teoría es posible que todos los países terminen el año con números en verde. Esta deformación, sin embargo, solo favorece a algunos, a aquellos con industrias más fuertes, por lo general. Sigue leyendo