Con dolor y no poca angustia publico estas líneas. No dejo de pensar en la amistad. Valor ético supremo para un vecino de mi barrio llamado Epicuro.
Escribí este texto en una noche de insomnio hace exactamente una semana. Lo reelaboré muchas veces. Dudé mucho en publicarlo. Lo compartí en privado con compañeros y compañeras de México, Chile, estado español, El Salvador y Argentina. También, con tres o cuatro amigas y amigos de Cuba. Les pedí opinión. Escuché y leí observaciones diversas, incluso encontradas entre sí. Decidí entonces no publicarlo, sobre todo privilegiando la amistad. Los lectores y lectoras iniciales me insistieron en que debía publicarlo. Me resistí. No quiero meter la pata afirmando algo desatinado.
Sin embargo, al leer el excelente artículo de Llanisca Lugo: «No sintamos vergüenza de querer la revolución» cambié de opinión. Aquí está finalmente: