La guerra y la paz en estos tiempos. Por José R. Cabañas Rodríguez


Concluye la VII Conferencia de Estudios Estratégicos organizada por el Centro de Investigaciones de Política Internacional en La Habana, con el coauspicio del Consejo Latinoamericanos de Ciencias Sociales (CLACSO). El resultado de sus debates está a disposición pública en el Canal de Youtube CIPICuba. Se trabaja en la edición digital de los textos que fueron enviados al Comité Organizador.

Hay una primera conclusión evidente y es que, con el intercambio, todos los participantes hemos adquirido nuevos conocimientos, que podrían permitirnos una mejor comprensión de los eventos internacionales y, en consecuencia, una capacidad superior para pensar en escenarios futuros.índice

Los paneles de la conferencia abordaron diversidad de temas, pero de una manera u otra estuvieron conectados por la preocupación común de tratar de comprender los cambios por los que transita la comunidad internacional en la actualidad. Un grupo de procesos nos obligan a preguntarnos sobre la eventualidad de la ocurrencia de una conflagración militar que nos afecte a todos. Algunos se han hecho el cuestionamiento en presente: ¿estamos en guerra?

Los hechos sucedidos en Ucrania a partir de febrero pasado han sido presentados como un suceso singular, se han tratado de borrar sus antecedentes, han llevado a olvidar otros hechos similares recientes y se describe como el único de los conflictos con capacidad de escalar.

La respuesta a la pregunta que aparece en el tercer párrafo tiene tantas respuestas como países reconocidos en el mundo de hoy, o como comunidades y etnias al interior de ellos. ¿Qué respuesta creen que pueden dar a esa pregunta los palestinos, los saharauis, los sirios, los yemenís, los iraquíes, los afganos, los libios?. ¿Qué consideraciones pueden ofrecer ciertas comunidades aborígenes, poblaciones afro descendientes que residen en el llamado primer mundo, o inmigrantes de origen árabe o subsahariano en Europa?

Muchos de ellos podrán afirmar sin dudas que “estamos en guerra”, aunque todos los días no reciban impactos de artillería, o aviación. Se trata de miles, quizás millones, de personas que ciertamente no viven en paz. Podría decirse que en este caso nos referimos a un nivel de violencia “aceptada”, con la que se “convive”, a pesar de las declaraciones de solidaridad y los discursos cargados de retórica en eventos multilaterales.

No obstante, la pregunta que se hacían ciertos expertos en la conferencia iba dirigida en otra dimensión, pensando en el alcance y la magnitud de las dos guerras “mundiales” anteriores. Esa consideración no se había presentado con tanta fuerza en los últimos 30 años, después de la desaparición de la URSS y el campo socialista. No se pensó en tal peligro cuando fue desmembrada la antigua Yugoslavia en pleno corazón de Europa, ni cuando Washington anunció la llamada lucha contra el terrorismo que estremeció el Medio Oriente por 20 años, o cuando la OTAN incumplió los reiterados compromisos de no expansión hacia el Este. Entonces ¿qué ha cambiado ahora?

Al recordar las pasadas guerras “mundiales” pensamos de inmediato en la cantidad de hombres sobre las armas, en la multitud de víctimas y medios de combate, en las áreas naturales totalmente destruidas por la pólvora, o los agentes químicos. Pero al ponderar ese peligro que consideramos “futuro” olvidamos datos recientes y cotidianos. Los presupuestos militares actuales, tomados en su conjunto, son muy superiores a los de aquellas conflagraciones (incluída la inflación); la cantidad de medios militares en frontera y en bases en el exterior es significativa y creciente; las zonas destruidas por derrames de petróleo, deforestación, o contaminación son inmensas; enfermedades curables y pandemias sin control cobran anualmente millones de vidas humanas; la violencia y el uso descontrolado de armas por población civil va en aumento; se reduce de forma acentuada la cantidad de especies animales que se reproducen saludablemente.

Entonces, ¿qué falta para declararnos “en guerra”? ¿cuál es la “paz” que estamos disfrutando?

En el caso de Cuba, por ejemplo, hemos vivido un asedio de más 60 años por cometer el delito de aspirar a ser soberanos. Se nos ha impuesto la “guerra-guerra” desde Playa Girón hasta las bandas de alzados en los años 60, las acciones terroristas reiteradas, las medidas coercitivas. La lista se hace interminable. Los cubanos nos hemos inventado una “paz” para ver crecer a nuestras familias, educarnos, disfrutar del arte y la naturaleza. Pero lo cierto es que hemos vivido reiteradas situaciones extremas generadas por otros, con ciclos de ascenso y descenso en nuestro PIB, que siempre nos hacen dudar sobre la sostenibilidad o desarrollo de cualquier proyecto.

Algo similar pueden narrar los venezolanos y los nicaragüenses, por razones conocidas. ¿Han tenido una vida en “paz” los bolivianos entre un golpe de estado y la amenaza del siguiente? Pero la ausencia de paz es una realidad en países latinoamericanos donde el “gobierno” nacional solo decide el estado de cosas en la ciudad capital y un poco más allá, porque en las regiones rurales mandan los cárteles, los grupos irregulares, los narcos y otros ilegales. ¿Hay paz total en aquellos países donde el narcotráfico domina puertos, rutas de suministro y mercados?

Entonces, si todo esto es cierto, qué es lo realmente nuevo cuando pensamos en la eventualidad de una “guerra”, diríamos “otra guerra”.

Lo primero es que el gran hegemon que decidió, planificó, vendió y articuló la mayor parte de los conflictos mencionados ya no es más. Por encima de los problemas de todo tipo que vive la sociedad estadounidense a su interior, el que una vez fue llamado “beacon of liberty” ya no está en capacidad de ofrecer un modelo que los demás tendrían interés en copiar, ni siquiera una receta económica al estilo “globalización neoliberal”.

De hecho, el Made in China es mucho más frecuente que Made in USA y en los manuales de productos de alta tecnología aparece más veces el mandarín que el inglés. En los indicadores de eficiencia, productividad, innovación, las empresas asiáticas dominan.

Ya Washington no puede acudir a la tradicional “competencia” para afianzar su lugar en el mundo y, por lo tanto, se sirve cada vez más de acciones políticas, de las sanciones y el juego sucio, para no perder su capacidad de “decisor”.

La otra novedad es que al menos un país multinacional, Rusia, ya no espera de forma inactiva a que se complete el cerco militar alrededor de su territorio. Después de haber alertado de forma reiterada sobre el peligro de una conflagración, Moscú decidió lanzar una operación militar para adelantarse al peligro de ser atacado de forma fulminante y para proteger comunidades nacionales rusas que viven fuera de sus fronteras, según sus declaraciones oficiales.

Se comparta o no la esencia de lo que los propios estadounidenses denominaron en su momento como “guerra preventiva”, o “ir a la fuente”, la realidad es que una Rusia reordenada, fortalecida y que renuncia ya a la aspiración de ser aceptada alguna vez como “occidental”, ha marcado una raya roja sobre el terreno.

A pesar de que el “enemigo” está visiblemente ubicado en la geografía ucraniana, de hecho detrás de Kiev se han alineado todos los recursos materiales, de inteligencia y políticos de la OTAN. Hasta hoy no han decidido la participación (más allá de los mercenarios) de fuerzas humanas, que nos podrían llevar a considerar que, formalmente, habría un enfrentamiento de otras proporciones.

Varios de los actores comprometidos son poseedores del arma nuclear, por lo que la posibilidad de un error, o su uso consciente, también enciende alarmas.

Es riesgoso el juego en el que se involucra Estados Unidos, con el objetivo ampliar el mercado de armamentos europeo y para estimular gastos multimillonarios en la renovación tecnológica de los engendros militares, ante la “amenaza rusa”.

Aunque la mayoría de la información pública que se consume tiende a indicar que la alianza atlántica funciona de forma coherente y monolítica en esta “guerra”, vemos noticias a diario que indican lo contrario. Desde el anuncio del apoyo “irrestricto” a Ucrania a inicios del 2022, varios líderes de gobierno han salido de escena y hay otros por hacerlo. A pesar de la voluntad de no darle cobertura de prensa, todos los días hay multitudinarias manifestaciones en capitales europeas contra la participación de la OTAN. La primera “baja” del conflicto ruso-OTAN fue paradójicamente el Euro y no el Rublo. En un próximo invierno con precios altos y sin calefacción es difícil pensar en un “llamado a las armas” del lado europeo. Debe tenerse en cuenta el avance de las tecnologías, en las que la artillería supersónica, el uso masivo de los drones y los ciberataques alejan esas imágenes tradicionales de la infantería atravesando fronteras a pie.

También es nueva la manera en que han reaccionado los llamados “terceros” en la guerra más mediática que tenemos hoy. Las votaciones en organismos multilaterales indican claramente que no existe un apoyo irrestricto a las posiciones y denuncias de la OTAN. De hecho, Estados Unidos no ha estado en capacidad de imponer su voluntad ni siquiera en el ámbito de la OEA, o las cumbres de las Américas, en este y otros temas.

El fortalecimiento de las relaciones sino-soviéticas, el nuevo no alineamiento, la ampliación de los BRICS y la actitud de países como India, Arabia Saudita, o Turquía indican de forma clara que el mapa geopolítico ha cambiado y lo seguirá haciendo.

En la actuación de terceros hay que incluir a aquellos que han realizado declaraciones, o acciones, sobre los que son considerados sus conflictos más mediatos. Se puede relacionar en este punto lo dicho y hecho en estos meses por la República Popular de Corea, el estado de Israel, o la República Islámica de Irán.

En el caso de que sea mayor la posibilidad de una conflagración de carácter más internacional que la actual, no podría estarse hablando de un solo “frente de combate”, ni de dos “partes”, o grupos de países en disputa.

Lo que sucede hoy en el mundo tendrá un impacto directo en las elecciones de medio término en Estados Unidos y viceversa. Ese país aún mantiene su capacidad para “liderar desde atrás” y de imponer “guerras” e inestabilidad al interior de los países “enemigos” sin trasladar tropas. Washington apuesta por el quiebre de los liderazgos y de los sistemas sociales al interior de los países que no comparten sus “reglas de juego”. Para un imperio en declive siempre será mucho más tentador destruir y causar daños en el entorno ante la imposibilidad de sobrevivir, como lo hicieron antes romanos, otomanos y potencias coloniales europeas.

Convivir con “guerras” en la actualidad parece un fenómeno más común que lo que estamos dispuestos a reconocer. Construir la paz sostenible requerirá de nuevas alianzas, de nuevos conocimientos, nuevos pensamientos, nuevos liderazgos y definitivamente de un nuevo multilateralismo, basado en el principio del cese de “la filosofía del despojo”.

2 pensamientos en “La guerra y la paz en estos tiempos. Por José R. Cabañas Rodríguez

  1. Pingback: War and Peace in these Times | Resumen LatinoAmericano English

  2. Lo increíble de todo este bosquejo internacional de guerra, es precisamente que el hombre común inmerso en su tragedia diaria por la subsistencia, acabado de salir de una pandemia arrolladora, no tiene tiempo en repensar su cotidianidad, somo zombies arreados hasta el precipicio. Como escribí alguna vez, Cuba, asediada y asfixiada, hace mas de 60 años sigue estando en la manigua insurrecta, y desde ahí solo es posible seguir construyendo una Republica en Armas, pero nunca una republica en paz.
    Saludos

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