José Manzaneda*
A comienzos de octubre, la oficina diplomática de EEUU en La Habana preparaba una fiesta por todo lo alto, a la espera de que dos “disidentes” cubanos fueran galardonados con el Premio Nobel de la Paz (1). La Agencia para la Cooperación Internacional de EEUU (USAID) ya había destinado 250.000 dólares para merchandising, como la impresión de 100.000 camisetas con el rostro de los premiados, sobre un fondo de banderas de EEUU y Cuba y la frase «Para Cuba llegó la hora». Finalmente, el premio fue a parar a otras latitudes (2). Pero la anécdota es representativa del grado de relación orgánica entre disidencia cubana y Gobierno de EEUU, algo que los medios internacionales ocultan deliberadamente.