“Piénseme siempre:
cuando lo encienda la fantasía
o lo arrebate la indignación.
Piense en lo que yo en cada caso le diría
si estuviese a su lado”.
José Martí, 1895.[1]
El problema de la vigencia de Martí como un elemento activo en el desarrollo de esa vasta familia de pueblos que llamamos nuestra América tiene una extraordinaria importancia en nuestro tiempo. Atender a ese problema pasa por encarar tres riesgos mayores en la lectura contemporánea de su obra. Uno es el del anacronismo, que nos lleve a asumir como si fueran contemporáneos pensamientos y situaciones correspondientes al último cuarto del siglo XIX; otro, el de la fragmentación, que nos mueva a recordar frases aisladas de su obra al calor del atractivo estético y moral de su palabra escrita, y el tercero está en olvidar que lo sentimos como un contemporáneo porque se forjó como un hombre de su tiempo, como intentamos nosotros serlo del nuestro, que tomó forma con él. Sigue leyendo