Censura por frivolización


Iroel Sánchez

Cartel de The Ghost writer

Cartel de The Ghost writer

Un despacho de la agencia EFE –reproducido por  el periódico español El Mundo– informa que la película The Ghost writer recibió el premio de la crítica cinematográfica internacional correspondiente al año 2010, entregado en la inauguración del Festival de Cine de San Sebastián. La ausencia del director de la cinta -Roman Polanski- y el calificativo de “paranoico” que le endilga la actriz Olivia Wiliams  son el centro de la noticia. Gracias a ello nos enteramos hasta del “minivestido negro” y la “amplia sonrisa” de la Wiliams pero no de qué trata el filme por el cual Polanski recibiera el Oso de Plata en el Festival de Berlín.

Leemos y volvemos a leer y sólo se nos dice -en palabras de  la actriz-  que «Todos los que sabéis algo del filme sabéis que él es el autor en cada sentido, en cada aspecto. Si hubiera podido ser el carpintero o el electricista lo hubiera sido. Esto es de él»…y nada más. Y paranoico se vuelve uno entonces, sospechando que con tanto glamour se nos trata de ocultar algo. Porque justo en este momento el argumento que se nos esconde ha sido el centro de numerosas noticias.

El premio para el filme llega pocos días después de las protestas que contra la presentación de las memorias del ex primer ministro británico Tony Blair han tenido lugar en Irlanda e Inglaterra, y justamente una trama alrededor de las memorias de un ex premier inglés involucrado en la guerra contra Iraq ocupa el centro de la película de Polanski.

Asesinatos políticos, tempranos reclutamientos de la CIA en prestigiosas universidades, y la instrumentalización de los seres humanos con fines de dominación mundial, se entretejen inquietantemente en The Ghost writer. Para colmo, en esta película  –a diferencia de lo que Hollywood enseña- la verdad nunca logra llegar a la opinión pública tras abrirse paso en manos de audaces periodistas.

Pareciera un argumento atractivo para comentar a raíz de un importante premio, más si el tema está en el panorama noticioso, pero ni modo. La misma prensa que fuerza  interpretaciones políticas alrededor de cualquier realización artística en Cuba, sumerge en la banalidad un manifiesto político como esta obra de Roman Polanski.

En Cuba, vimos la película durante el Festival de Cine Francés y tuvimos un mensaje del director lleno de gratitud hacia los espectadores de la Isla, disculpándose por no poder estar presente. A nadie se le ocurrió decir que era paranoico, pero después de ver el filme y leer esta “cobertura”, pienso que -si lo fuera- sus razones tendría.

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