Fidel y la democracia. Por Ángel Guerra Cabrera


Al escribir democracia no me refiero al concepto y la práctica dominante en el mundo “occidental”. Allí los candidatos, todos millonarios o ricos, son seleccionados por los partidos políticos periódicamente para disputarse los puestos de elección popular. Las campañas cuestan fortunas y ofertan a los candidatos mercadológicamente.  Cuando surge una opción alternativa, se le intente frenar mediante encarnizadas guerras-campañas mediáticas combinadas con el fraude electoral. Más aún, esa democracia admite que mandatarios electos como Mel Zelaya en Honduras; Fernando Lugo en Paraguay y Dilma Rousseff en Brasil sean derrocados con nuevas variables de los golpes de Estado. Sin olvidar los fracasados intentos de golpe contra Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. Ni el golpe continuado y permanente en Venezuela contra el presidente Nicolás Maduro.

No me refiero a esa democracia sin pueblo sino a las que se practica en otros países como Venezuela, Bolivia y Cuba, denominados dictatoriales o autoritarios. Pero me centraré en Cuba, en su singular democracia con pueblo, viva y directa, practicada por Fidel Castro y el liderazgo revolucionario cubano desde el triunfo mismo de la Revolución. Una democracia ejercida en medio de largos años de campañas terroristas de la CIA, graves acciones de guerra biológica, invasiones y amenazas de invasión y un férreo bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. Prefiero llamarle guerra económica pues dura ya casi 60 años y su objetivo declarado siempre ha sido rendir a Cuba por hambre, aunque no lo haya conseguido. Pero ha constituido un serio obstáculo al desarrollo económico de la isla y ha tenido y tiene altos costos en sufrimiento humano.

La democracia fidelista ha consistido en gobernar con el pueblo y para el pueblo, en escuchar su opinión sobre los temas políticos y económicos más importantes siempre que las circunstancias lo han permitido.  Y también, desde que fue aprobada la nueva Constitución en 1976 por más del 97 por ciento de los electores sobre una asistencia a las urnas de 98 por ciento, en periódicas elecciones para los órganos de gobierno municipales, provinciales y nacionales.

Justamente, el 26 de noviembre, un día después de primer aniversario del paso de Fidel a la eternidad, concurrieron a votar, en las elecciones a delegados a las Asambleas Municipales en la isla, más de 7 millones 600 mil electores, equivalente a 85,94 del padrón. Considerando los votos válidos, que representan 91,7 del total, puede afirmarse que cuando menos esa proporción votó por los candidatos de la Revolución. Ya expliqué la semana anterior que son los vecinos los que eligen a los candidatos y deciden luego por quiénes votar.

Pero en Cuba la democracia, sin ser perfecta, lastimada por incomprensiones de burócratas y los límites materiales a que fuerzan el bloqueo y los errores, es mucho más que los días de elecciones. Es imposible enumerar los ingredientes de la democracia cubana en este espacio. Pero tomo dos ejemplos. Uno, la revolución cultural y educacional iniciada con la misma guerra revolucionaria y continuada con la extraordinaria Campaña Nacional de Alfabetización, que erradicó el analfabetismo en un año mediante una ejemplar y masiva participación del pueblo y, sobre todo, de los estudiantes. Cien mil jóvenes, dispersados por llanos y montaña convivieron con los analfabetos en sus casas. Aprendieron los alfabetizados pero tal vez más sus alfabetizadores. La alfabetización dio un impulso descomunal a la creación del prestigioso sistema de educación de Cuba.

¿Por qué los gobiernos neoliberales no erradican el analfabetismo ni impulsan sistemas de educación pública gratuitos y universales como ha hecho Cuba? ¿Es posible siquiera hablar de democracia con pueblos ignorantes y marginados? Escuché muchas veces a Fidel hacerse estas preguntas, inclusive cuando estaba en sus preparativos la Operación Yo sí Puedo que erradicó el analfabetismo en Venezuela y Bolivia y ha alfabetizado a millones en el mundo.

Otro vibrante ejemplo de democracia participativa y protagónica es la consulta seria y organizada al pueblo sobre los documentos del último Congreso del Partido Comunista de Cuba y los importantes cambios en la política económica y social del país desde 1992, práctica sistemática y contrastante con la de los gobiernos neoliberales, que han impuesto sus “reformas” estructurales mediante la manipulación, la fuerza y el engaño.

Twitter:@aguerraguerra 

6 pensamientos en “Fidel y la democracia. Por Ángel Guerra Cabrera

  1. La democracia en la Cuba socialista no podía ser un apéndice de la democracia liberal en el patio trasero de la superpotencia, a semejanza de la mayoría de naciones de América Latina, que participan del modelo de vasos comunicantes, tanto a nivel partitocrático como mediático. No bastaba con derrocar a Batista. También había que acabar con el Caballo de Troya dentro de un nuevo orden colonial en que la embajada de Estados Unidos y sus bases militares concentran más poder que las folklóricas instituciones políticas de cada territorio. Por ello Fidel repitió en varias ocasiones su famosa frase: «dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada».

    Para garantizar su supervivencia, la democracia socialista cubana tenía que defenderse de las malas influencias externas y tenía que empoderar al pueblo soberano. La campaña de alfabetización fue el primer paso en el proceso de emancipación. El hombre nuevo que necesitaba la revolución no podía ser el resultado del parto natural de un viejo sistema esclavista y anexionista. Pero no bastaba con alfabetizar: también había que informar, instruir, educar en una nueva ciencia de la vida y de las relaciones sociales. Recuerdo los años de la transición política en España tras 40 años de dictadura militar, religiosa, chovinista y burguesa. El discurso oficial aseguraba que abriendo los colegios para que los ciudadanos introdujeran el voto en la urna eligiendo entre una extraña sopa de letras, convenientemente cocinada en la trastienda y en los grandes medios de comunicación del régimen franquista y de la oligarquía, nos homologaríamos como democracia.

    Partidos como el PSOE y el PCE de Santiago Carrillo, que en tiempos de la II República crearon las famosas «casas del pueblo» para alfabetizar y formar a un pueblo embrutecido, desorientado e inculto, hicieron dejación de esta labor tras la muerte de Franco, sirviendo en bandeja el destino de las mayorías humildes a los medios de persuasión de la oligarquía, que un día se acostaron franquistas y al siguiente se levantaron «independientes», «democráticos» y «objetivos». Ironías de la Historia: mientras la «dictadura castrista» allanó el terreno con una masiva campaña de alfabetización, educación universal y medios de comunicación comprometidos con la verdad y el pensamiento científico (que hacían de caja de resonancia de lo que se enseñaba en los centros educativos en lugar de convertirse en medios de propaganda al servicio de la oligarquía económica), la «modélica transición a la democracia» en España sólo iba a representar una ruptura con la dictadura franquista en la sopa de letras que se servía en los colegios electorales y en el manual de instrucciones para electores en apuros que regalaban los medios de persuasión de la oligarquía. Este es sin duda el modelo que los defensores de las «terceras vías» querrían para Cuba.

    A la fuerza la democracia en Cuba no podía ser perfecta. De ello se iba a encargar su poderoso enemigo incidiendo especialmente en la parte más vulnerable del proceso: los ciudadanos con insuficiente nivel de instrucción y compromiso, a quienes la escasez y dificultades creadas por el bloqueo acabaría pareciéndoles defectos en el ADN del socialismo o errores en la hoja de ruta de sus líderes. Quienes hemos visitado la isla en los últimos años y convivido con sus gentes hemos sido testigos de la facilidad con que penetran las ideas y modas de la obsolescencia programada y el falaz pensamiento único capitalista, aunque, por suerte, no sean mayoritarios. Yo no esperaba encontrarme con jóvenes cubanos esclavizados por la moda de la ropa vaquera desgastada y rota o los tacones superaltos. Tantas concesiones en el terreno de la obsolescencia programada tenían su correlato también en el ámbito de las ideas, en parte por las dificultades y escaseces y en parte por la poderosa influencia que siempre ejerce el paradigma dominante (en este caso a nivel planetario) aunque, como el geocentrismo, esté basado en el pensamiento especulativo y oportunista. Sin el respaldo que los líderes históricos vienen prodigando a la revolución y sin el desarrollo cultural que el proceso ha alcanzado, a lo que hay que sumar el compromiso de muchos cubanos con la revolución de los humildes y para los humildes o la independencia del sistema electoral y los medios de comunicación, no se podría entender la supervivencia del socialismo cubano en pleno tsunami neoliberal.

  2. Nuestra democracia, la Fidelista, es inmensamente más real, participativa y democrática, que cualquiera de las democracias representativas que ni eso son , porque lo que representan son la salvaguarda de los intereses de las oligarquías , las mafias y los grandes grupo de poder, ni si quiera representan a la clase media, mucho menos al ciudadano de a pie , el obrero , el profesor , el profesional. Nuestra democracia por su puesto que es perfectible, que cese la guerra económica, que cese el financiamiento a la subversión , que cesen los ataques de todo tipo contra nuestro pueblo, que estoy convencido que nuestro sistema socio político alcanzaría niveles insospechados en su organización social ,política y económica ,los burócratas, y sobre todo ,los corrupto, son flagelos internos que laceran nuestras concreciones y aspiraciones democráticas, y la debemos combatir hasta la muerte, pero estoy convencido que el látigo del imperio a nuestro sistema, es un estímulo real para estos bolsones capitalistas , incluyendo las prácticas burocráticas y corruptas.

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